El verano llegó y la señora pata por primera vez iba a incubar, estaba tan ansiosa por ver a los ojos y darles mucho amor a sus patitos, sus amigas estaban murmurando y esperaban el nacimiento de ellos.
Su número favorito de la señora pata era el siete y justo tuvo siete patos, los seis primeros blancos y bonitos; ella feliz, el último y más esperado por todo Patilandia (corral de los patos) el huevo se rompió y salió un patito negro y feíto; la señora pata igual de feliz, el aspecto físico con el que nació su séptimo y último patito no cambió en nada el amor y las ganas de abrazar a su patito “feo” a pesar de los rumores de las amigas superficiales.
Pasaron los días y amigas fueron a visitar a la señora pata y le hicieron comentarios sobre sus hijos y más por el último. Ella se enfadó por lo que decían las que consideraba sus “amigas”, las botó de su casa y decidió no tener más amistad con ellas.
Ella amaba a sus patitos más que a su propia vida, así sean de diferente color y aspecto físico, no le importaba lo que dijeran los demás porque para ella no existía diferencia entre los hijos, al igual que cualquier madre; todos tratarlos por igual y amarlos por igual y a pesar de los rumores ellos fueron una familia feliz y sin prejuicios.
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